domingo, 27 de marzo de 2011

Historia del títere: el descendiente alemán de Punch

Aprovechando que hoy es el Día Mundial del Teatro, damos hoy un paso más en el recorrido histórico de aquella forma peculiar de teatro como son los títeres. El último personaje del que hemos hablado en nuestro blog ha sido el pícaro Punch. Pronto este muñeco se extenderá por todo el continente, añadiendo a las características esenciales del personaje la indiosincrasia propia de las tierras que iba "conquistando". 

La famosa leyenda de Fausto, aquel hombre que vendió su alma al diablo a cambio de conseguir el amor de una mujer, inspiró a Christopher Marlowe a teatralizar el drama de "La trágica historia del Doctor Fausto" en 1588. Y era típico en este espectáculo representar a los demonios protagonistas a través de muñecos articulados. El éxito de la obra fue rotundo. Tanto que pronto se extendió por Europa dando lugar a diversas modificaciones en el guión original.

Así, en lo que es hoy la actual Alemania, a la obra se añadiría un nuevo personaje, Hanswurst, una especie de bufón grosero con connotaciones nacionales que estaba al servicio de Fausto. Poco a poco, este pesonaje se acabó convirtiendo en un títere independiente, más conocido con el nombre de Kasperle o Kasparek, al que, a veces, acompañaba su novia, la bella Kulapinka.

El famoso J. W. Goethe vió un espectáculo de títeres de este tipo cuando tenía 21 años. La historia le fascinó tanto que él mismo se propuso llevarla a término, y acabó enamorándose de los títeres, a los que consideraba "no sólo la prolongación de uno mismo, sino el yo mismo hecho arte".

Hoy en día Kasparek sigue siendo famoso en Alemania, Austria o la República Checa, donde, como ya sabemos, ayudó a los checos a librarse de la opresión austríaca. Es pequeño y jorobado, con traje y sombrero engalanados con bellos cascabeles. Sin duda, un simpático personaje.

domingo, 20 de marzo de 2011

Jurkowsky critica la asunción de técnicas teatrales si se desligan de su origen

El 21 de marzo aparece señalado en todos nuestros calendarios por ser el día en que la primavera viene a visitarnos, despidiendo los tres meses más fríos del año. Quizás sea por la alegría y las sonrisas que trae consigo esta estación, por lo que UNIMA declaró al día de su entrada oficial como el Día Internacional del Títere, como signo especial de la relación entre los títeres y la felicidad que éstos traen consigo. 

Como ocurre con el Día Mundial del Teatro, que se celebra el 27 del mismo mes, una persona relevante del mundo titeril realiza un mensaje para celebrar esta efemérides. Este año, el encargado de elaborarlo ha sido el titiritero polaco Henry Jurkowsky, profesor de Historia y Teoría del Títere en la Escuela Superior de Teatro de Varsovia y el Institut International de la Marionnette, de Charleville-Mézières, Francia; uno de los grandes estudiosos del arte de los muñecos en la actualidad, escritor de numerosos libros y artículos y que fue presidente de UNIMA.

El mensaje de Jurkowsky se centra en la "ciudad global" en la que vivimos hoy y de la que los títeres también están sufriendo las consecuencias. Un mundo globalizado en el que todo parece tienda a identificarse y a perder por tanto sus propias referencias culturales e históricas. En definitiva, una "ciudad global" (global village) tan distinto a aquello que el genio de la comunicación Marsall McLuhan predijo en1962.

El mundo globalizado actual ha hecho posible que se conozcan y se asuman técnicas de manipulación presentes en otras culturas bien distintas: "estilos de títeres tales como el ningyo joruri japonés o el wayang de Indonesia han sido asimilados en Europa y América. Al mismo tiempo, grupos asiáticos o africanos utilizan técnicas de manipulación europeas".

Pero ahí va la crítica de Jurkowsky: un titiritero no debería asumir una técnica de manipulación que proviene de otras tradiciones simplemente porque sea atrayente desde el punto de vista visual, sino que debería, por el contrario, "asimilar también toda la cultura que lleva asociada".

Así, se ha pasado hoy a pensar en un muñeco articulado simplemente desde el punto de vista visual, como un instrumento del que se sirve el actor para expresar un contenido concreto, desligando el muñeco de todo el mensaje cultural que tiene en la tradición en la que nació. "La imaginería y las metáforas que, en otro tiempo, han sido características de cada tipo de títere, diferenciando los unos de los otros, se han convertido, hoy en día, en la fuente de expresión de cada titiritero individual. Así aparece un nuevo lenguaje poético singular que no depende de la tradición genérica sino del talento del artista, de su creatividad individual". 

Así, lo que Jurkoswky critica no es tanto la asunción de técnicas de manipulación propias de otras tradiciones y culturas, sino la desunión que se produce tras el muñeco y la intención con la que fue creado en su tiempo y su contexto propios, pasando hoy a ser un mero instrumento que sirva al manipulador para reflejar su propio modo personal de ver el mundo. 

Un pensamiento de este titiritero que debería hacernos parar a pensar. ¿En qué se están convirtiendo hoy el mundo de los títeres? ¿En un arte sin razón de ser, sin contexto concreto? En el fondo es una llamada de atención: los títeres existen y tienen una razón de ser en sí mismos; por favor, no los manipulemos a nuestro antojo... 

Pero mientras ésto empiece a cambiar, desde el blog de "El Papamoscas" queremos desear a todos los titiriteros y amigos de este arte un feliz día del Títere.

domingo, 13 de marzo de 2011

Historia del títere: un pícaro inglés

Nada en la historia sucede por casualidad. Tampoco en el mundo de los títeres. Un nuevo títere, una nueva técnica de manipulación... todo nace como evolución de una herencia anterior. Así vimos que ocurrió en Francia, cuando el Pulcinella italiano se trasnformó en Polichinelle. Hoy veremos cómo nuestro amigo francés dejará su impronta en la evolución del teatro de títeres inglés. 

Estamos en el siglo XVII, y tras cruzar el Canal de la Mancha, Polchinelle entrará bien pronto en el hacer teatral de la isla británica. Allí nacerá Punch, de muy gloriosa memoria y que, al igual que sus "abuelos" Polcinella y Polichinelle continúa siendo el rey del teatro de títeres inglés en la actualidad. Aunque ya hemos hablado de él en nuestro blog como muñeco, hoy lo recordamos por su importancia en la evolución del teatro de títeres.

Sobre el primer Puch, se sabe que nació en 1662. Al menos, así nos lo narra el cronista de la época Samuel Pepys en su famoso "Diario", cuando nos da detalle de un espectáculo que un famoso titiritero, el señor Bologna, dio ante el rey Charles II. 

Grabado antiguo en el que vemos a Punch and Judy en escena
Este personaje, pronto se convirtió en famoso. Sus actuaciones estaban caracterizadas por tener lugar en un pequeño retablo que se montaba delante del público, mientras este esperaba el incio del espectáculo, y por estar acompañadas por un actor de carne y hueso, una especie de trujamán (bottler en inglés), que se situaba entre el retablo y el público, hacieno la traducción el lenguaje de Puch, distorsionado por la lengüeta. 

Old Vice, Martin Powell... son grandes manipuladores de este entrañable personaje; por eso se les suele conocer con el nombre de punch-men. Cada uno de ellos fue introduciendo algunos "retoques" a las características esenciales del muñeco, al que nunca faltaban sus señas de identidad propias: nariz ganchuda, joroba abultada, traje de rayas y un sombrero en forma de cono. Un pícaro que era capaz de desafiar a la autoridad y de dar mamporrazos a su mujer, la también conocida Judy, que siempre lo acompañaba. Junto a ella, fueron añadiéndose a las representaciones teatrales de Punch: su bebé, su perro Tobby, el Cocodrilo o Mr. Jones, por citar solo algunos.

Aunque la moralidad de Punch dejara en muchos casos que desear, lo cierto es que se convirtió en un personaje excepcional, cuya fuerza expresiva todavía resiste hoy en día. En efecto, en la actualidad podemos ver todavía en acción en los proscenios a este curioso personaje nacido hace más de trescientos años. ¿Conseguirá sobrevivir trescientos años alguno de los títeres modernos? Es una profecía difícil de determinar. Fijémonos en Punch para aprender de su talento y fuerza personales.

domingo, 6 de marzo de 2011

De castores y "marionetas"

Entre las últimas novedades que nos traerá la cartelera a las salas de cine de la península se encuentra una protagonizada por Mel Gibson, o al menos eso es lo que parece, pues no se sabe bien si el protagonista es él o el simpático personaje que le acompaña cual prolongación de su existencia. "El Castor" ("The Beaver"), dirigida por la oscarizada Jodie Foster, es la última coproducción de la Summit Entertainment y la Participant Media. Se estrenará en España el próximo 27 de mayo. En ella, Gibson se separa de su mujer (Jodie Foster) y entra en una profunda depresión que no llegará a solucionar si no es con la ayuda de -y aquí viene nuestra denuncia- una "marioneta"

Y subrayamos la palabra "marioneta". Indudablemente no queremos aquí criticar una película. No es el estilo de nuestro blog. Nadie mete en duda que los muñecos articulados pueden ser también un medio, una especie de "terapia", para superar una enfermedad o para hacer a uno la vida más fácil. 

Lo que criticamos es el uso indebido de la palabra "marioneta". Quizás los responsables de la traducción de la película al español no son muy cultos en ámbito titeril. O quizás no leen nuestro blog. Ya hemos hablado en varias ocasiones de lo importante que es defender nuestro lenguaje español, y no atenernos a vocablos que no reflejan bien la realidad del teatro de muñecos. Hablar con propiedad es una cuestión de justicia y, defender un correcto uso del lenguaje titeril, un deber que en "El Papamoscas" nos tomamos muy en serio. Por eso, tenemos que volver hoy al tema.

Todavía se sabe poco sobre la cinta. A falta de ello, el cartel de la película ya nos da una serie de indicaciones sobre el uso inapropiado de la palabra. En él vemos un pequeño folleto en el que se puede leer: "Hola. Esta persona está por prescripción médica bajo los cuidados de una marioneta". Pero no solo se queda ahí, sino que repite todavía: "Por favor, trátelo como haría normalmente, pero diríjase a la marioneta". Y del trailer, podemos sospechar que en el desarrollo de la película se trata al muñeco con el mismo calificativo erróneo.

Por favor, señores que intentan promover al cultura en nuestro país. Háganlo con el respeto a la misma. Respeten nuestra lengua. Y hablen con propiedad. Hagan cultura, pero háganlo culturalmente. Donde dicen "marioneta", por favor, digan títere.


domingo, 27 de febrero de 2011

Grandes titiriteros: Maese Pedro y Manuel de Falla

El gran Maese Pedro llega a la villa. Se trata, en palabras de Miguel de Cervantes, "de un famoso titerero, que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón enseñando un retablo de Melisendra, libertada por el famoso don Gaiferos, que es una de las mejores y más bien representadas historias que de muchos años a esta parte en este reino se han visto".

"El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", de Cervantes, es la gran obra de la literatura española, que siempre deja intrigado a quien la lee. Todos conocemos al Quijote y sus locuras. No sabía distinguir entre realidad y ficción. No sólo era capaz de confundir molinos con gigantes, sino también pequeñas figuras de madera con personajes de la realidad.

En el capítulo XXVI de la Segunda Parte de "El Quijote", Cervantes nos narra la historia de un titiritero, Maese Pedro. Con su retablo llevado en ruedas, acompañado de un mono y de su trujamán, representaba con sus títeres "la verdadera historia sacada al pie de la letra de las corónicas francesas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes, y de los muchachos, por esas calles".

Melisendra, hija putativa del emperador Carlomagno, había sido secuestrada por los moros "en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza". Su marido, el gran caballero don Gaiferos, quiere rescatarla. Ante la oposición de su primo don Roldán, decide él mismo correr a rescatarla. Cuando por fin la encuentra, prisionera en un palacio, ésta desciende por la ventana hasta el caballo de su esposo. Los moros, una vez descubierta su ausencia, deciden correr detrás de los dos católicos que huyen de su poder.

Es en este momento de la representación teatral, cuando don Quijote se llena de fervor, se alza en pie y desenvainando su espada decide atacar a todos los moros, para ayudar a Melisendra y don Gaiferos en su huida: "no consentiré yo en mis días y en mi presencia se le haga superchería a tan famoso caballero y a tan atrevido enamorado como don Gaiferos. ¡Deteneos, mal nacida canalla; no le sigáis ni persigáis; si no, conmigo sois en la batalla!".

Y dicho esto se puso a descuartizar a todos los títeres que llenaban la escena. La esquizofrenia de don Quijote se volvía a repetir, destrozando por completo el teatro de Maese Pedro. Se puede decir que no dejó títere con cabeza: "Real y verdaderamente os digo, señores que me oís, que a mí me pareció todo lo que aquí ha pasado, que pasaba al pie de la letra: que Melisendra era Melisendra, don Gaiferos don Gaiferos, Marsilio Marsilio, y Carlomagno Carlomagno: por eso se me alteró la cólera, y, por cumplir con mi profesión de caballero andante, quise dar ayuda y favor a los que huían, y con este buen propósito hice lo que habéis visto".

La vistosidad de esta escena, en la que desde el punto de vista histórico podemos descubrir la presencia del teatro de títeres en la España de aquel siglo de oro, sirivió de inspiración, siglos más tarde, al gran compositor Manuel de Falla, después de la petición que le hizo len 1918 la princesa Polignac de escribir una obra para cámara.

Falla compuso una obra musical, que después de ser estrenada en forma de concierto en Sevilla en febrero de 1923, se convirtió en el guión musical de una gran representación teatral, puesta en escena el 25 de julio del mismo año en París, y en la que jugaron un papel importantísimo los títeres. La costrucción de los mismos corrió a cargo del artista Hermenegildo Lanz.

La obra de Falla, aunque breve -unos 27 minutos-, supone un paso más en la evolución del teatro de títeres. Ahora éstos son los protagonistas también de una obra musical, de una mezcla especial de ópera, actores de carne y hueso y música de todo tipo de género.

En el video, podemos ver un ejemplo de la obra de Manuel de Falla. Es la puesta al día que el nieto de Hermenegildo Lanz, Enrique, ha hecho como homenaje a su abuelo y a Cervantes.



domingo, 20 de febrero de 2011

Grandes titiriteros: Jorge Alberto Hincapié

Hace meses que no hablábamos de esos titiriteros que por su hacer, por su personalidad o por su trabajo con los muñecos merecen la pena de ser dignos de mención.

Navegando por la red hemos encontrado uno de esos. Aunque éste es muy peculiar. No sólo porque aparte de ser titiritero sea también payaso, mago y toque el acordeón. Sino porque además es sacerdote. Y un sacerdote misionero.

El padre Jorge Alberto Hincapié desde pequeño supo que quería ser mago. Lo descubrió cuando de pequeño vió un espectacular truco de magia, justo después que un nigromante colocara en su sitio la cabeza de una bella señorita que primero había cortado con una guillotina. Eso le pareció afascinante y decidió que de mayor seguiría sus pasos para convertirse también él en un gran ilusionista. Pero Alguien más se cruzó en su camino, también como por arte de magia. Y esta vez el mago fue un claretiano de su parroquia: el padre Francisco Arango.

Así, el encuentro con Jesús cambió su vida. Entonces decidió que su tarea principal iba a ser la de sacerdote misionero. Sin por ello tener que renunciar, de todas todas, a sus ilusión "mágica". Y así, con esas, e marchó a África.

Así, acompañado de sus trucos consiguió anunciar el Evangelio. Los niños a los que predicaba con su magia se quedaban asombrados: "el padre es un brujo... ¡es como Dios!" Después se dio cuenta de que a sus espectáculos para evangelizar podría añadir nuevos elementos. Fue así como llegaron los acordeones y después... Chacolito, su títere. Se trata de un muñeco de ventriloquia, un pequeño bigotudo con aspecto de niño al que es necesario corregir sus impertinencias y sus errores de comportamiento.

Es un simple ejemplo más de cómo los títeres pueden servir para cualquier cosa, cosa que es siempre que se hable de los muñecosa articulados, positiva. Aunque sean feos o bigotudos, su finalidad es siempre la misma: trasmitir al público más pequeño valores que siempre es necesario salvaguardar. Y esa es la potencialidad que el padre Jorge, a sus setenta y cinco años, sigue explotando con humildad y alegría.

domingo, 13 de febrero de 2011

Historia del títere: la cosa se repite

Retomamos hoy nuestro recorrido por los siglos, descubriendo cómo ha ido evolucionando el teatro de títeres en el continente europeo. Hace algunas semanas estuvimos hablando de la importancia de la commedia dell'arte en Italia para el desarrollo del teatro de muñecos.

Lo mismo que ocurrió en la península itálica en los tiempos del teatro romano, se volvería a repetir siglos más tarde, en torno al siglo XVII: la máscara del teatro dará lugar a la cabeza del muñeco articulado al separarse ésta del actor hacia la mano del mismo.

Así, Pulcinella se convertirá rápido en un característico muñeco de títeres, que no contento con deleitar al exigente público italiano, viajó camino del norte hasta llegar al país galo hacia el año 1630. El sonido vocálico propio del italiano chocó de frente con la pronunciación gutural francesa, haciendo que el nombre de Pulcinella poco a poco se fuera "afrancesando", dando lugar así a Polichinelle.

Pero no sólo en el nombre sufrió una evolución. Aunque el valor poético y artístico del muñeco siguiera en vigor, sin embargo, era necesario acomodarlo a la nueva cultura francesa, para hacerlo más simpático del público a quien dirigía ahora sus espectáculos. El Pulcinella de gorrito blanco y máscara negra fue cambiando aspecto, transformándose en un ciudadano francés con carta de identidad propia. Ahora, el nuevo muñeco viste una casaca, calzones hasta la rodilla y, en la cabeza, el típico sombrero napoleónico. A lo que tenemos que añadir las medias y las zapatillas, cuando el muñeco tenía piernas. Así, podemos afirmar que el Polichinelle es el hijo francés de un padre italiano.

Junto a Polichinelle nacieron también otros personajes típicos, que le acompañarán es sus aventuras. Tal es el caso de Le Medicin (el doctor), Le Gendarme (el policía francés), Le Diable (el diablo) y el curioso Cassandre, una especie de muñeco "comodín", que admitía personajes diversos según la situación escénica lo requiriese. A veces, incluso, nuestro amigo Polichinelle se casaba con La Mère Gigogne, que traía en escena alguno de sus más de ciento setenta y siete niños, lo cual hace pensar que la puesta en escena de estos espectáculos se hacía con la intervención de varios actores manipuladores.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...