Siguiendo nuestro recorrido por la historia del teatro de muñecos, no podemos por menos de detenernos en lo que ha supuesto, para la evolución del títere, la apotación de la Commedia dell'arte italiano del siglo XVI.
En tan solo diez años, entre 1570 y 1580, se consolidó en Italia una nueva forma de hacer espectáculos teatrales (Marco Goldoni es el primero que utiliza el término en 1570 en su comedia "Il teatro comico"). A diferencia de la época dorada del teatro inglés de Shakespeare, en la que los actores debían declamar y ser enteramente fieles al guión prestablecido por el director, los italianos descubrieron un nuevo modo o "profesión" de hacer "comedia" (pues "arte", en italiano, tiene esa connotación de profesionalidad para interpretar papeles alegres y bufonescos, "cómicos"). Y ese nuevo modo no era otro que la improvisación. Esta nueva tendencia en el hacer teatro destaca en su originalidad no porque los escenarios fueran reducidos a la mínima expresión artística y hechos con pocos objetos, sino por la utilización de bellas y expresivas máscaras.
Este tipo de teatro nació por la aparición de las "compañías" teatrales, antes inexistentes. Los actores que ahora se agrupaban lo hacían ya de modo profesional, y no como un recurso de subsistencia precario. Las nuevas compañías actuaban improvisando un pequeño guión que se escribía a modo indicativo, a cambio de una retribución económica en recompensa a su trabajo artístico. Y los actores ahora llevaban unas máscaras identificativas de su personaje -como habían hecho siglos atrás los griegos- y que pronto se difundieron por toda la geografía italiana y europea.
Esas máscaras-personajes se hicieron rápidamente famosas. Todos los que asistían al teatro sabían diferenciar a primera vista a sus personajes favoritos, identificados con las máscaras y los atuendos característicos de cada uno: Arlecchino (en la fotografía), Capitano, Pierrot, Pantaleone, Zanni o Pulcinella, entre otros, que pronto formarían parte de la cultura teatral, pasando de espectáculo en espectáculo de los guiones de diferentes directores de escena. Es decir, un Arlecchino, bien podía ser el protagonista de un guión de Carlo Maria Maggi o del ya citado Marco Goldoni. Lo importande era ahora el personaje y su psicología, no quién lo había creado, y que estaba completamente "sumergido" en la cultura teatral de la época.
Así, con el auge de estas máscaras, Italia volverá a revivir, una vez más, después de la consolidación de la commedia dell'arte, el mismo proceso que tuvo lugar con las máscaras atelanas del teatro de la Antigua Roma. Así, las máscaras de Arlecchino y Pantaleone pasaron a formar parte después de los espectáculos titeriles, cuando la máscara se convirtió en una pequeña cabeza que, cubierta con un traje que tapara la mano del manipulador -y que de igual modo reproducía el atuendo característico del actor-, haría de protagonista ahora en otro escenario: el proscenio del teatro de títeres. Y lo harían también con una excepción: si bien los antiguos personajes del teatro de actores han desaparecido en el olvido, los personajes titeriles de la comedia del arte no han muerto, sino que permanecen vivos todavía hoy en numerosas compañías titeriles.
A partir de estos personajes, que de la commedia dell'arte han pasado al arte de los títeres, se producirá un desarrollo ulterior al teatro de muñecos. Los rasgos tan típicos y característicos de estos personajes, identificables cada uno desde el punto de vista visual, darán lugar a nuevas familias de títeres en Europa a partir de evoluciones debidas a la cultura del lugar donde nacerán cada una de ellas. De ello iremos hablando en futuras entregas de nuestra "historia del títere".
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