Fue en 1960 cuando José Luis Karraskedo, buen vecino de Burgos, decidió poner en marcha, con el sudor de su frente, una nueva compañía de títeres en la ciudad del Cid, tras desaparecer el teatro de títeres del Frente de Juventudes, al que perteneció como actor y director. La nueva compañía paso a llamarse, en clara alusión a las tradiciones de la capital, "Los Gigantillos", esos simpáticos personajes burgaleses que, "miniaturizados" daban comienzo a cada uno de los espectáculos que realizaba la compañía y después de enseñarnos a pronunciar la palabra "paz" en los distintos idiomas del mundo.
Desde su aparición, las aventuras que se narraban en el proscenio de su teatro, entre aplausos y griteríos de la chiquillería burgalesa, no dejaron más que en una ocasión -por motivos de salud de su director, en 1992- de acompañar las fiestas mayores de san Pedro y san Pablo de la ciudad. Hasta que su trabajo profesional y artístico se truncó por las manos poderosas de variopintos políticos que confundieron el valor del arte. De no ser por este percance, el Teatro de Títeres "Los Gigantillos" hubiera cumplido, en los pasados Sampedros sus cincuenta años de historia entre nosotros.
Por eso, el Teatro de Títeres "Los Gigantillos" se merecen hoy un homenaje especial. Miles y miles de burgaleses han crecido viendo las aventuras de los conejitos Camelín y Empanada y del héroe Gigantín, al que incluso algunos, los más mayores, recordarán con el nombre de Chacolí, cuando hacía las delicias de pequeños y grandes en la calle Nuño Rasura, en la actual trasera de la Facultad de Teología.
Los emplazamientos donde "Los Gigantillos" han dado cita a los burgaleses también ha cambiado a lo largo de los años. Además del ya citado, las frías losas del patio del monasterio de San Juan, el Paseo del Espolón durante las actuaciones en los meses de verano, el parque de Fuentes Blancas el día de las Peñas y del Burgalés Ausente o los patios de los Colegios Generalísimo Franco y Fernando de Rojas, has sido sus lugares más representativos. Sin olvidar los escenarios fuera de la capital, por toda la geografía española e incluso europea.
Una compañía dedicada de lleno a la interpretación -con la puesta en escena a lo largo de toda su existencia de más de ¡novecientos setenta montajes!-, aunque no sólo. Numerosas visitas a colegios; talleres de modelado e interpretación; escuela de diseño y dibujo; cultivo de la música, de la historia del teatro y del muñeco, de la tradición y de las costumbres burgalesas; creación de jornadas de lecturas de textos teatrales; la creación de una escuela municipal de títeres y un largo etcétera han sido los frutos de su incesante trabajo.
Desde "El Papamoscas" queremos felicitar hoy al desaparecido grupo de Karraskedo. Desaparecido materialmente, pues siempre su recuerdo permanecerá indeleble en nuestros corazones. A todos los que a lo largo de los años formaron parte de la compañía, nuestra más cordial enhorabuena y nuestro más sincero agradecimiento por todo el trabajo realizado y comenzado con esfuerzo e ilusión hoy hace cincuenta años. A todos ellos... ¡gracias!
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