jueves, 3 de junio de 2010

Grandes titiriteros: Anna Cuticchio

Los pupi fueron sus compañeros de juego en la infancia; luego se convirtieron en su medio de trabajo profesional, convirtiéndose en la primera mujer italiana manipuladora de los pupi sicilianos. Hoy los muñecos de Anna Cuticchio pueden llegar a ser la salvación que dé a unos niños una escuela y una buena formación humana y cristiana en Tanzania.

En efecto, la vida de nuestra titiritera ha dado un cambio radical. Su larga trayectoria profesional la convirtió en una grande mujer, exponente del arte titeril en Palermo. Su trabajo no era para nada fácil. Llegó a convertirse en la fundadora de una compañía de teatro llamada "Bradamante" -así se llamaba la única mujer que batallaba en el ejército de Carlomagno, muy típico de los espectáculos de puppi-, símbolo del valor y la fuerza de la mujer. Ella se encargaba de animar más de sesenta muñecos de entre diez y trece kilos, haciendo extraordinarias variaciones de voz, para dar vida a los personajes -en su mayoría masculinos- de su teatro.

En medio del éxito, después de realizar diversos montajes escénicos, le pidieron un nuevo proyecto: poner en escena la vida de Santa Marina de Bitinia. Este espectáculo cambió el rumbo de su trayectoria profesional: "la vida de la santa me apasionaba. Cada rostro por la calle le hablaba a aquella mujer de aquel Dios sufriente que la había elegido... Cada tarde, darle voz y movimiento era para mí un trabajo interior impresionante". Fue así como su vida de titiritera profesional pasó a convertirse en una vida de misionera titiritera. Anna decidió hacerse religiosa. Hoy, sor Marina viaja por las aldeas de Tanzania acompañada por sus nuevos "títeres evangelizadores", muchos más sobrios y austeros que los de sus grandes épocas de explendor.

Ahora, desde Tanzania mira con optimismo su colección de más de ciento ochenta muñecos articulados, los cuales la Unesco declaró matrimonio inmaterial de la humanidad: "con el dinero que consiga de la venta de mis viejos muñecos podré dar un techo y pupitres a las escuelas de la misión y garantizar así la enseñanza a un centenar de niños...", comenta. "Serán los hilos invisibles de un Titiritero excepcional los que llevarán adelante esta empresa, y yo no se lo impediré".

La vida de Anna es un ejemplo más de cómo los títeres y los titiriteros tienen un valor que sobrepasa la materialidad de las telas, las varillas y los hilos: la capacidad de cambiar el rumbo de la historia y de los acontecimientos para conseguir un mundo cada vez más humano y feliz, arriesgándolo todo por su público fiel, que siempre lleva en el corazón.

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