domingo, 26 de febrero de 2012

España titiritera: los autómatas invaden la península

Reloj del ayuntamiento de Astorga
Los orígenes de los muñecos articulados no está muy seguro. Algunos estudiosos retienen que nacieron -como los primeros títeres- en Oriente y perfeccionados ulteriormente por la escuela de Alejandría. Los árabes transmitieron sus saberes mecánicos en la España de los siglos XIV y XV, haciendo que la creación artística de este tipo de muñecos estuviera a la orden del día en palacios y residencias de príncipes y nobles españoles. 

Cajas de música, hombres andantes, soldados que desfilaban... empezaron a cobrar protagonismo en una España en la que el teatro de muñecos todavía no estaba muy desarrollado. Es de destacar cómo Giovanni Turriano, el italiano relojero oficial de la corte de Carlos I de España, construyó para el monarca numerosos "juegos" mecánicos para distraerlo en sus tiempos muertos. También se cuenta de él que construyó un enorme autómata de madera, el hombre de palo, encargado de recoger limosnas de los viandantes del lugar. 

El interés por los autómatas pronto pasó del privado al público. Muchos relojes aprovecharon los descubrimientos de la mecánica del momento para incorporar a su toque de campanas figuras articuladas -religiosas y profanas- y ser así el centro de atención de viandantes y pasajeros. Ejemplos prototípicos de estos relojes son Calendura y Calendureta, del reloj ayuntamiento de Elche, en Alicante, los conocidos Juan Zancuda y Colasa, del reloj del ayuntamiento de Astorga, o el Papamoscas de la catedral de Burgos. Aunque son solo algunos ejemplos. La geografía española está plagada de este tipo de artilugios. Parece que, decididamente España es una tierra titiritera. 

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