Retomamos hoy nuestra sección de historia de los títeres. Desde su solidificación en Europa en la Edad Media, el teatro de muñecos sufrió importantes evoluciones en los distintos lugares del continete, dando lugar a figuras características de cada región, acontecimiento que los historiadores del teatro de títeres denominan como el nacimiento de las diferentes familias de títeres.
El espectacular empeño que pusieron en el siglo XVII los grandes dramaturgos en Inglaterra, entre los que destaca sin lugar a dudas el gran William Shakespeare, tuvo también su reflejo en el teatro de muñecos. A éstos, los estudiosos los llaman títeres isabelinos.
En efecto, en la época de Isabel I, sabemos que a los títeres los llamaban motions, y a los actores encargados de dotarles de vida motion-men, hombres haraposos que recorrían el país al lado de bandidos, gitanos y ladrones, sufriendo en muchos casos la persecución de las autoridades del orden de la época, que querían acabar con la vaguería reinante en la época.
Aparte de esas pequeñas represalias "policiales", los titiriteros de la Inglaterra de Isabel I tuvieron que sufrir también las continuas persecuciones de los puritanos, el grupo de protestantes que quería "purificar" todo resto de influjo católico en el país y conseguir un estado de moralidad absoluta, por lo que el teatro fue uno de sus principales objetivos por considerarlo como un engendro del demonio. Aún así, a la reina le gustaba tanto el teatro que les fue difícil acabar con él del todo.
Los motion-men manipulaban casi con total seguridad muñecos de guante, pues los testimonios que nos han llegado hasta nuestros días nos narran espectáculos de peleas y de porrazos en la cabeza. Uno de esos lo encontramos en la obra teatral de Ben Jonson (en la fotografía) "La feria de Bartolomé", donde se narra la fiesta que tenía lugar en la fiesta del santo en Londres. En la obra vemos cómo un hombre llamado Leatherhead se coloca frente al retablo hablando con los muñecos, en medio de la algarabía de la feria. Un reflejo teatral de lo que podía suceder realmente en la vida cotidiana londinesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario