Aprovechando que hoy es el Día Mundial del Teatro, damos hoy un paso más en el recorrido histórico de aquella forma peculiar de teatro como son los títeres. El último personaje del que hemos hablado en nuestro blog ha sido el pícaro Punch. Pronto este muñeco se extenderá por todo el continente, añadiendo a las características esenciales del personaje la indiosincrasia propia de las tierras que iba "conquistando".
La famosa leyenda de Fausto, aquel hombre que vendió su alma al diablo a cambio de conseguir el amor de una mujer, inspiró a Christopher Marlowe a teatralizar el drama de "La trágica historia del Doctor Fausto" en 1588. Y era típico en este espectáculo representar a los demonios protagonistas a través de muñecos articulados. El éxito de la obra fue rotundo. Tanto que pronto se extendió por Europa dando lugar a diversas modificaciones en el guión original.
Así, en lo que es hoy la actual Alemania, a la obra se añadiría un nuevo personaje, Hanswurst, una especie de bufón grosero con connotaciones nacionales que estaba al servicio de Fausto. Poco a poco, este pesonaje se acabó convirtiendo en un títere independiente, más conocido con el nombre de Kasperle o Kasparek, al que, a veces, acompañaba su novia, la bella Kulapinka.
El famoso J. W. Goethe vió un espectáculo de títeres de este tipo cuando tenía 21 años. La historia le fascinó tanto que él mismo se propuso llevarla a término, y acabó enamorándose de los títeres, a los que consideraba "no sólo la prolongación de uno mismo, sino el yo mismo hecho arte".
Hoy en día Kasparek sigue siendo famoso en Alemania, Austria o la República Checa, donde, como ya sabemos, ayudó a los checos a librarse de la opresión austríaca. Es pequeño y jorobado, con traje y sombrero engalanados con bellos cascabeles. Sin duda, un simpático personaje.
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