Si existe en Francia un titiritero de renombre, ese es Laurent Mourguet. Si bien su historia es un tanto incierta, ha pasado a los libros sobre el teatro de títeres por ser el creador de uno de los personajes más famosos, tanto que su nombre se ha convertido en muchos países -despreciando el vocablo tipical spanish- en sinónimo de títere: Guignol.
Se cree que el nacimiento de este titiritero se sitúa en el año 1769, justo veinte años antes del estallido de la Revolución francesa. Como nos narra Freddy Artiles, según el estudioso Paul Fournel, Mourguet se instaló en Lyon en el año 1797 donde ejercía su profesión de sacamuelas. Un día, se le ocurrió, cual estratega del marketing del siglo XVIII, crear un pequeño teatro de títeres para atraer a la clientela, utilizando a Polichinelle, que por aquel entonces estaba en boga en el país galo.
Laurent Mourguet ha sido capaz de crear unos personajes de la nada, con una fisonomía propia, marcada por su carácter popular, obrero y divertido. De hecho, el nombre de Guignol parece venir de aquí, de lo divertido que era el personaje, hecho que hacía exclamar a los espectadores: "C'est guignolante!" Por esta razón se convirtió en un títere popular, y su fama acabó traspasando la ciudad de Lyon e instalándose en todo el territorio francés.
Por eso a Mourguet lo debemos considerar como uno de los grandes maestros titiriteros de todos los tiempos, capaz de crear historias atrayentes para un público que no tenía acceso a la cultura dramática de los grandes escenarios. Todo un ejemplo a seguir.
Por eso a Mourguet lo debemos considerar como uno de los grandes maestros titiriteros de todos los tiempos, capaz de crear historias atrayentes para un público que no tenía acceso a la cultura dramática de los grandes escenarios. Todo un ejemplo a seguir.
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