Retomamos hoy a nuestra sección de grandes titiriteros. Y lo hacemos volviendo de nuevo a tierras italianas, esta vez para conocer a Maria Signorelli, una romana de pro, famosa por su amplia colección de muñecos.
Su primera formación en la Academia de Bellas Artes de su ciudad natal, junto con sus primeras colaboraciones como escenógrafa marcaron su vida, al punto de realizar pronto sus primeros muñecos, que, dada su alta calidad, fueron expuestos en una importante exposición. La fama que alcanzó, la llevó a Berlín, ciudad que pronto abandonó para seguir su trabajo en su querida Roma.
Su profesionalidad como escenógrafa, la llevó a disegnar un escenario capaz de poder utilizar en un mismo montaje hasta siete decorados diversos.
Signorelli, a la derecha, en 1949. |
En 1937, acogiendo la invitación de la suiza Maria Amstad, se dedicó de lleno a crear sus títeres. En 1947, una vez acabada la dura Segunda Guerra Mundial, que tantos estragos causó en Italia, se decantó definitivamente por el mundo de los muñecos articulados, creando su propia compañía, L'Opera dei Burattini, con historias llenas de valores que transmitían un mensaje de esperanza en una dura postguerra, convencida de que cualquier técnica de manipulación era capaz de "abrir un espacio enorme a la necesidad de evasión y poesiía que anida en cada uno de nosotros", como le gustaba afirmar.
La excelente enseñanza de sus espectáculos la llevó más allá del retablo de su teatro, convirtiéndose en una gran teorética del mundo de los títeres que transmitía mensajes educativos también a través de las ondas de radio. La gran cantidad de muñecos de la que fue autora, se recogieron todos en un inmenso museo di burattini en la capital de Italia.
Maria Signorelli es una de esas titiriteras que nos enseñan cómo los títeres son también un medio de estímulo y esperanza en medio de un mundo triste y oscuro, llevando la luz y la alegría que el hombre necesita para ser feliz.